Las redes de saneamiento
surgieron en las ciudades europeas durante el siglo XIX en respuesta
a los problemas sanitarios y epidemiológicos generados por la deficiente
evacuación de las aguas fecales. En aquel momento la mayoría de estas ciudades
disponían ya de un sistema de cloacas destinadas a la evacuación de
las aguas de lluvia y residuales, pero sin conexión a éstas de las bajantes de
los edificios. Las aguas residuales se vertían a la calle y la lluvia las
arrastraba a las cloacas, desde donde iban a un cauce.
Desde mediados del siglo XX empezaron
a construirse redes separativas, tras la aparición de los primeros sistemas de
depuración, y con base en los siguientes argumentos:
·
la
separación reduce los costes de depuración y simplifica los procesos, puesto que
el caudal tratado es menor y, lo que es incluso más importante, más constante;
·
la
separación reduce la carga contaminante vertida al medio receptor por
los episodios de rebosamiento del alcantarillado unitario.
Siendo correctos los argumentos
anteriores, existen también una serie de inconvenientes del alcantarillado
separativo que desde finales de los años 1990 están incrementando su
uso, principalmente en redes de nueva implantación (la separación de redes
unitarias existentes pronto se vio como económica y técnicamente inviable)
Para el buen funcionamiento de
las redes separadas debe prestarse mucha atención a los aspectos que siguen:
·
Debe
existir un estricto control de vertidos para evitar que se acometan
caudales residuales a la red de pluviales (que irían directamente al medio
natural sin depurar) y viceversa. Esto último redundaría en una explotación más
compleja y costosa de la red de alcantarillado sanitario.
·
La
separación completa implica redes interiores separativas en los edificios, con
duplicación de las bajantes. En este frente los costes de instalación son
importantes.
·
Las aguas
pluviales urbanas no son aguas limpias, si no que suelen estar sucias, por lo
que su vertido directo al cauce puede generar una contaminación apreciable.
·
La red de
pluviales de una red separativa puede permanecer, en climas secos, sin agua
durante periodos de tiempo extensos, sin la autolimpieza de los conductos en
tiempo de lluvia, por lo que puede llegar a ser necesaria la descarga de
caudales de agua limpia por la red (arquetas de descarga en las cabeceras del
saneamiento), reduciendo las ventajas de ahorro y eficiencia.
Con relación a las redes
unitarias, los principales problemas son:
·
El coste
de instalación es muy superior, entre 1,5 y 2 veces la red unitaria
equivalente.
·
Los
grandes cambios en el caudal dificultan mucho la operación de las plantas de
tratamiento. Frecuentemente en los periodos de lluvias intensas las plantas de
tratamiento son simplemente "by-pasadas", vertiendo los efluentes
directamente sin tratamiento en los cuerpos receptores o construyendo
balsas de retención para guardar durante unos días el exceso de aguas llegadas,
mientras se van depurando.
A partir de la última década del
siglo XX, se aprecia, en general, una preocupación de los gobiernos, para
disminuir la brecha existente entre a cobertura de las redes de abastecimiento
de agua y las redes de alcantarillado sanitario. Simultáneamente ya no se
acepta pensar en alcantarillado si no se integra también el tratamiento
adecuado, en función de la categorización del receptor, de las aguas servidas
recogidas.
Habiendo casi siempre
restricciones de carácter presupuestario, salvo casos excepcionales, las
autoridades competentes dan prioridad a las redes de alcantarillado sanitario
sobre las redes de recolección de aguas de lluvia.
En muchos países, las
características de las redes de alcantarillado se han normalizado.